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​STRINGWORKS (2006)

David Pastor with Strings Orchestra

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01 Skylark H. Carmichael
02 Fabes Contades D. Pastor
03 Homenaje S. Navalón
04 November in Madrid D. Pastor
05 Reflexe D. Pastor
06 Nature Boy E. Ahbetz
07 Bolero Agulló J. E. Vila
08 Pajarito A. Manzanero
09 Blue and Brokenhearted L. Handman



David Pastor, Donald Harrison, Francesc Capella, Santi Navalón, Albert Palau, Freddy Solves, Joan Eloi Vila, Tom Warburton, Ángel Blázquez, Pedro Alarcón, Esteve Pi, Toni Pagès, Ocie Davis, Ensemble de Cordes Palau



 

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Trompeta con corazón​
by Jorge García

La segunda grabación del trompetista David Pastor contrasta vivamente con su debut, Introducing, fechado en 2001. Si entonces se mostraba como un improvisador aguerrido y aventurero, en esta ocasión ha optado por poner el acento en su vena lírica. Quien haya seguido de cerca su carrera no se sorprenderá con este giro, porque Pastor siempre ha cultivado la doble faceta poderosa y tierna tan propia de su instrumento. Pero aquí el trompetista no se limita a mostrar sus aptitudes melódicas, sino que lo hace secundado por una sección de cuerdas, fórmula compleja y arriesgada que suele reservarse para ocasiones muy especiales. Para satisfacción del oyente, el riesgo ha valido la pena y Pastor sale airoso de la prueba.


El acompañamiento de cuerdas ha tentado a jazzistas de todo tipo, ya fuera su estilo clásico, moderno o vanguardista. Son célebres los discos de Clifford Brown y Charlie Parker, pero también probaron fortuna Roy Eldridge, Phineas Newborn, Stan Getz, Art Pepper y un largo etcétera. Entre los más recientes, los trompetistas Wynton Marsalis y Terence Blanchard, junto a Joe Lovano, Charlie Haden, Steve Kuhn o David S. Ware, este último campeón del free jazz. El conjunto incluye experiencias desafortunadas junto a otras exitosas; hace ya tiempo que los violines son algo más que una fórmula para suavizar la música de jazz, como lo fueron el algún momento, y pueden abrir puertas a sonoridades y planteamientos formales muy atractivos, donde la suntuosidad ocupa un lugar importante sin trivializar necesariamente el resultado.



Uno de los hallazgos de este disco es precisamente la combinación de diferentes tratamientos que demuestran la versatilidad de la orquesta de cuerda, a cargo de arreglistas que además participan como intérpretes o de otros que cuentan entre lo mejor de la escena valenciana. Por ejemplo, las baladas "Skylark" y "Nature Boy" contienen los momentos más abiertamente románticos de Stringworks; pero en el dinámico Fabes contades (que podría haber firmado Freddie Hubbard) las cuerdas entran en el juego de los riffs y las respuestas audaces a la manera de una sección de viento, y en "November in Madrid" o "Bolero Agulló" vemos cómo pueden intervenir en orquestaciones latinas sin convertirse en un ingrediente edulcorante. La calidad de todas estas orquestaciones refleja la de sus propios autores, que muestran una envidiable soltura y conocimiento del medio.




Otro aspecto importante de Stringworks es que Pastor no se reserva el lucimiento exclusivo. Al contrario de lo que sucede en este tipo de discos, a veces un poco narcisistas, él ha querido contar con la colaboración de estupendos solistas como Francesc Capella, Albert Palau (que tiene un mano a mano con el jefe al final de "November in Madrid"), Joan Eloi Vila, Tom Warburton y un invitado tan especial como el saxofonista Donald Harrison en la preciosa "Pajarito". Pero finalmente es su trompeta pletórica la que domina el conjunto, con la seguridad y el aplomo propios de un veterano.

David Pastor ha madurado en una dirección que le permite hacer que lo difícil parezca fácil, y que cualquier melodía improvisada, por intrincada que sea, responda a una aplastante lógica de armonía y equilibrio. Es bonito que decida cerrar el disco con el standard "Blue and brokenhearted", inesperado saludo a Wild Bill Davison, a quien Pastor (fogueado en orquestas de dixieland) demuestra conocer y admirar. El viejo Armstrong y sus discípulos, como Davison, sabían que a veces el jazz es sencillamente un modo de acariciar las melodías, y su joven colega les da aquí la razón. Este es un disco eminentemente hermoso, pero nada superficial. La belleza también puede ser profunda; las sucesivas escuchas lo confirman.

Jorge García

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